(Article publicado originariamente en el Diari de l’Educació)
¿Cuánto tiempo hace que, como adultos, no jugamos? ¿Cuánto tiempo hace que no subimos a una estructura de madera, subiendo por unas cuerdas, para luego hacer equilibrios pasando por un puente y, finalmente, deslizarnos tobogán abajo? ¿Cuál ha sido la última vez que nos hemos adentrado entre los matorrales persiguiendo un escarabajo, o una hilera de hormigas o un lagarto? ¿Cuánto tiempo hace que no dejamos la piel en un partido de fútbol improvisado? ¿Cuánto tiempo hace que no cogemos unos patines, un skate o una bicicleta por el simple placer de patinar, hacer equilibrios o piruetas? ¿Cuál ha sido la última vez que hemos hecho ‘pastitas’ con arena y agua? Tristemente, la respuesta más común entre la mayoría de adultos debe ser “hace mucho tiempo”.
Y, dado que hace mucho tiempo que no jugamos, ¿que nos hace pensar que nosotros, las personas adultas, somos las más adecuadas para diseñar los espacios de juego de los niños y adolescentes de la ciudad? Lo cierto es que quien más sabe de juego y de experiencias lúdicas, quien puede orientar mejor sobre qué debe haber en un parque para hacer que sea un espacio jugable, son los propios niños y niñas. Partiendo de esta base y en el marco de la estrategia Barcelona da mucho juego, el Ayuntamiento de Barcelona, con el acompañamiento del Institut Infància i Adolescència de Barcelona, hemos realizado un proceso de cocreación de dos parques en espacios lúdicos. Hemos preguntado a 170 niños de entre 10 y 12 años a que les gusta jugar (a ellos, y también a los niños y niñas mayores y a los más pequeños), como valoran el estado actual de dos parques de la ciudad -el Parque Central de Nou Barris y el Parque de la Pegaso, en Sant Andreu- en términos de oportunidades de juego y de encuentro, como les gustaría que se transformaran estos parques para que en su globalidad sean espacios de juego y que querrían encontrar en ellos. Todo lo que nos han dicho se recoge en el informe de resultados del proceso de cocreación de dos parques de Barcelona (documento en catalán), y buena parte de sus propuestas han quedado recogidas en los anteproyectos que han hecho el equipo de arquitectos y proyectistas.
Las mismas preguntas, las mismas respuestas
¿Y que nos han dicho los niños y niñas? Pues nada que no supiéramos ya, nada que no hubieran dicho hace 17 años, cuando en la Audiencia Pública de chicos y chicas de 2001 se les preguntó su opinión sobre los parques infantiles de la ciudad. Este 2018 nos han dicho que a lo que más les gusta jugar en el parque son juegos de movimiento como el fútbol, patinar, escalar, montar en bicicleta o skate, saltar a la comba, escuchar música, conectarse a internet, jugar a salpicarse y hacer puntería o colgarse. En 2001, los niños y adolescentes pidieron espacios libres para jugar a la pelota, castillos de madera, espacios para esconderse, pavimentos duros para jugar con canicas, tazos y rayuela; y también, espacios para hablar y para jugar al baloncesto, fútbol, tenis o ping pong, pista americana, pistas de patinaje, skate o bicis. Aquellos niños de 2001 -que actualmente tienen entre 27 y 35 años y, tal vez, algunos de ellos ahora van a los parques acompañando a sus hijos y hijas- tenían prácticamente los mismos intereses que los niños de hoy, que en 2001 todavía no habían nacido.
Que los niños pidan lo mismo casi dos décadas después es, al mismo tiempo, revelador y preocupante. Revelador porque claramente nos confirma que el juego, y específicamente el juego motriz, es una necesidad vital y un hecho intrínseco en la infancia; es clave en su desarrollo y, por mucho que haya avanzado, por ejemplo, la tecnología, jugar a correr, saltar, sentir vértigo, coger velocidad con la propia inercia, poner a prueba las propias habilidades, son actividades universales para todos los niños del mundo y para todos los niños a lo largo de los tiempos. Y preocupante porque significa que lo que nos dicen los niños, niñas y adolescentes, en este caso sobre las zonas de juego en el espacio público, no queda integrado de forma sistemática y hace pensar que sus propuestas, aunque escuchadas, no son suficientemente tenidas en cuenta.
Seguir preguntando por la necesidad de saber y para fomentar el compromiso cívico de los niños y niñas
Pero, si las necesidades de juego son las mismas de siempre, ¿debemos seguir preguntando cada vez a las niñas y a los niños sobre qué les gusta o que necesitan? La respuesta es, sin duda: ¡claro que hay que hacerlo!
Aunque podríamos obtener información valiosa a través de la revisión bibliográfica y la opinión de los profesionales y personas expertas en juego y en desarrollo infantil a la hora de diseñar áreas de juego, debemos continuar preguntando a los niños y también a los adolescentes. Y lo tenemos que hacer, no sólo porque así lo dice Naciones Unidas, sino también, por dos motivos más. El primero es porqué preguntarles de forma contextualizada (sobre aquellos espacios que tienen cerca, de los que hacen uso y que forman parte de su vida cotidiana) permitirá que recojamos propuestas realmente significativas, que tengan en cuenta el entorno y las experiencias personales de los niños de aquel territorio. El segundo es porque implicándoles en la transformación del espacio público y cocreando con los chicos y chicas, fomentamos, no sólo que se sientan escuchados y tenidos en cuenta -y por tanto garantizamos dos de los derechos que tienen reconocidos-, sino que, también, contribuimos a ampliar su sentimiento de pertenencia al barrio, a corresponsabilizarlos del buen uso de las áreas de juego y espacios lúdicos, y a ser miembros activos y protagonistas de la vida comunitaria en un espacio urbano más adecuado a sus necesidades de la vida cotidiana, entre las que, principalmente, el juego y el encuentro.
Conocer la experiencia de los niños y niñas es una pieza imprescindible para la mejora de sus vidas, tal como ya explicábamos en este artículo sobre la experiencia noruega de The Change Factory, y su participación no es un fin en sí mismo, sino una manera de acceder al conocimiento valioso que tienen los niños y niñas sobre los sistemas de los que participan como, en este caso, los espacios de juego. Por eso es importante que la consulta a la infancia no sea una experiencia puntual y aislada, sino un procedimiento sistémico, una parte de los procedimientos municipales con metodologías adecuadas y viables de aplicar, teniendo en cuenta la realidad organizativa del Ayuntamiento y de la ciudadanía. Es por ello que, a partir del proceso de co-creación del Parque Central de Nou Barris y del Parque de la Pegaso, y contrastándolo con otros procesos participativos para la transformación del espacio público en la ciudad, aportaremos la metodología empleada que quedará recogida en la caja de herramientas a los anexos del Plan del juego en el espacio público con horizonte 2030.
Los niños son los principales usuarios de las áreas de juego y, como tales, deben ser informantes clave para los equipos de arquitectos y proyectistas encargados de remodelar o diseñar nuevos parques. Y, sobre todo, es necesario que lo que nos digan no sólo sea escuchado sino, también, tenido en cuenta. Con una ciudad más apropiada para los niños y niñas, de paso, construiremos una ciudad mejor para toda la ciudadanía.