¿Cómo estàs? Es una pregunta que hacemos a nuestro entorno y que también nos hacen a menudo. No siempre es una cuestión fácil de responder. En Carles Capdevila comentaba que es “la pregunta más difícil” y es que dependiendo de en qué momento personal nos encontramos, la responderemos más o menos rápido y con más o menos alegría. Durante cuatro meses, una psicóloga con ganas de integrar el nuevo conocimiento sobre el desarrollo de los niños a la educación (Natàlia) y una geógrafa y demógrafa convencida de que la infancia tiene un papel muy importante en el territorio (Joana), nos hemos dedicado a visitar un total de 52 escuelas de Barcelona para realizar la encuesta de bienestar subjectivo de la infancia en Barcelona, un proyecto que realiza el Institut Infància i Adolescència por encargo del Área de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona.
Hemos recorrido toda la ciudad, muchas aulas, hemos hablado con muchos docentes y, sobre todo, nos hemos comunicado con muchos chicos y chicas (casi 4.000). Con una amplia batería de preguntas hacíamos reflexionar a los niños sobre su bienestar. De ellos y ellas, hemos visto las caras, los hemos escuchado, nos han escuchado, hemos procurado resolver sus dudas y hemos intentado que el hecho de contestar la encuesta fuera una experiencia el máximo placiendo posible. Antes de nada: chapeau por todos y todas quienes han respondido. En nuestra tarea de acompañamiento hemos comprobado que hacerlo requería una actitud y una concentración importantes. Ahora, poniendo la mirada atrás vemos que tenemos dos cosas: la compilación de los datos y las experiencias que hemos ido viviendo durante estos meses.
¿Qué hay que tener en cuenta al entrar a una escuela para hacer encuestas?
Cuando entrábamos a una escuela era una inmersión a un pequeño y gran mundo a la vez. Los murales colgados a las paredes, el ambiente en los patios entre sesión y sesión, el entorno o el espacio, nos daban información sobre la escuela. Estos elementos también nos indicaban que nosotras allá sólo estábamos por una función muy puntual y que, por lo tanto, teníamos que ser respetuosas.
Nuestra estancia en el aula despertaba curiosidad y era singular y lo era, también, porque a menudo nos acompañaba una maleta grande de ruedas cargada de tablets. Las tablets eran el apoyo necesario para poder hacer las encuestas en formato digital, en caso de que no hubieran suficientes ordenadores en las aulas. Un formato mucho de agradecer para los niños y niñas, muy acostumbrados al uso de las tecnologías para hacer trabajos, comunicarse y jugar.
Al inicio del trabajo de campo, estábamos pendientes que no hubieran problemas técnicos (puesto que la encuesta se respondía de forma digitalizada vía ordenador o mesita) y que todo el mundo pudiera contestarla. Un golpe garantizada la parte técnica, nuestro trabajo cogía otro cariz. Era el momento de:
- Hacer una introducción clara, cercana y ordenada explicando quién somos, por qué hemos venido, con qué finalidad y el funcionamiento técnico del cuestionario.
- Velar para mantener una comunicación fluida y dar confianza a los chicos y chicas, que era la clave para animarlos a que nos hicieran preguntas antes, durando y después de la sesión. La comunicación también hacía falta que fuera buena con el equipo de docentes, puesto que son quienes más conocen a los niños y niñas y su papel ha sido esencial porque las sesiones del trabajo de campo se desarrollaran con éxito.
Semana tras semana nos conocíamos mejor las preguntas y cuando alguien levantaba la mano ya sabíamos más o menos hacia dónde iría la duda. A medida que pasaban los días, nuestra sensibilidad hacia los temas que trata el cuestionario aumentaba y veíamos que nuestras indicaciones eran más precisas. Nuestra capacidad de observación se iba agudizando.
La ética en la investigación con niños y niñas y el apoyo emocional que implica
La dinamización del trabajo de campo no ha sido sólo asegurar que los niños y niñas contestaran la encuesta sino que hemos ido descubriendo que el hecho de encuestar iba más allá de eso.
El “Proyecto de Investigación ética con niños y niñas” (Ethical Research Involving Children-ERIC), creado por el Fondo de las Naciones Unidas por la Infancia (UNICEF, 2013), nos ha servido como marco de referencia para valorar qué es importante e imprescindible al encarar un proyecto de investigación dirigido a niños y niñas para dar relevancia al acompañamiento de éstos durante la fase de recogida de datos. Básicamente, destacamos 3 aspectos:
- Resolver dudas. La dificultad principal se daba cuando los niños y niñas no comprendían el significado de las preguntas. Hemos hecho un acompañamiento leyendo la encuesta o dando explicaciones en otras lenguas cuando era necesario (inglés o francés). Además, cuando un niño requería una atención más específica, muchas veces era una de nosotras quienes se dedicaba a apoyar individualizado. De hecho, que el equipo del trabajo de campo estuviera formato por un mínimo de tres personas era un requisito para poder ofrecer este apoyo. Otras veces, el/la docente era quien se encargaba de dar esta ayuda..
- Dar ayuda emocional. No todo han sido dudas de comprensión lectora o de idioma, podríamos decir que estos eran las cuestiones sencillas. Con las preguntas que presenta la encuesta hemos removido sentimientos tanto en un sentido positivo como negativo. La encuesta era un momento reflexivo para muchos de los chicos y chicas que se posicionaban en temas tanto importantes cómo son las relaciones familiares, de amistad o cómo se sentían con ellos mismos. “Cuando os preguntamos sobre el bienestar, seguramente también pensaréis en cosas que no os hacen sentir bien”, comentábamos, “nosotros estamos muy agradecidas tanto si contestáis el cuestionario como si no lo hacéis: la participación es voluntaria”. Había que remarcarlo porque a pesar de que la experiencia de contestar el cuestionario era muy muy recibida por la gran mayoría de chicos y chicas, también ha habido personas para quienes algunas preguntas se hacían más pesadas. Dar respuesta a los casos en que percibíamos malestar era imprescindible para garantizar que la experiencia de responder la encuesta fuera agradable.
A la pregunta “qué preguntas son las que más te han
gustado del cuestionario?: “La de si estoy satisfecha
con los amigos que tengo. Porque me gusta recordarme
a mi misma que tengo unas amigas estupendas”
“Me han gustado todas las preguntas porque han sido
entretenidas y he podido pensar un momento sobre mi”
“No me ha gustado que me preguntaran sobre el tiempo
libre porque tengo poco y me hace sentir incómodo”
A lo largo de las diferentes sesiones del trabajo de campo, fuimos elaborando una manera de reaccionar a estas necesidades o situaciones que se nos presentaban. Constatamos que es imposible observar sin intervenir ni dejar de dar una respuesta ante una situación, tal y como decía Watzlawick (1989), “es imposible no comunicar, puesto que todo comportamiento es una forma de comunicación”, y nosotros reuníamos información, pero con esta recogida, también causábamos un impacto, puesto que la encuesta invita a la introspección y a la autorreflexión.
¿Cómo lo resolvimos? Con boy escout activa y, sobre todo, empática. En ocasiones, a los participantes se los abrían portetes de malestares o inquietudes. El que hacíamos nosotros era, por un lado, atender qué nos estaba diciendo el niño, cuál era su necesidad, si había hablado de su malestar con alguna persona de confianza (familia o amistad) o bien si quería hablar con lo/la maestra/@e. Por otro lado, le pedíamos qué quería en aquel momento y que podíamos hacer para apoyarle. Algunas de estas situaciones acabaron con una petición por parte del niño de un encuentro con lo/la maestro/a para hablar del que le había surgido a raíz de la encuesta. Otros, se convirtieron en debates más abiertos entre compañeros/se. Nuestra respuesta garantizaba que estábamos acompañante activamente, y de manera adecuada por el niño, a los efectos derivados de contestar la encuesta.
- Agradecer la participación. Al final de cada sesión, cuando nos devolvían la hoja con un par de preguntas abiertas donde se los pedía su opinión sobre el cuestionario, agradecíamos la participación individual. A medida que ha sido posible, también hemos hecho un cierre general de la sesión o en pequeños grupos preguntando con voz alta qué los había parecido la experiencia, qué opinión tenían del que estábamos haciendo y si había preguntas que los hubieran sorprendido. Todas estas opiniones dichas en voz alta, después de haber respondido, eran muy interesantes y a menudo se creaban debates bonitos. Los niños y niñas tienen mucho que opinar!
Equipo cohesionado, encuentros constantes.
Para poder desarrollar el trabajo de campo había que disponer de un espacio de reflexión entre los miembros del equipo para que la comunicación fluyera y pudiéramos compartir el proceso y desarrollo del trabajo. En nuestro caso, ha estado al Institut Infància i Adolescència de Barcelona. Al menos un golpe por semana, dedicábamos un tiempo para hacer una puesta en común con Maria Josep Corominas, que ha coordinado el trabajo de campo, para intercambiar las experiencias vividas, las dudas y las sensaciones que íbamos teniendo. En este sentido, nos hemos sentido escuchadas y que teníamos el apoyo que necesitábamos. Todas estas reflexiones que hacíamos durante el trabajo de campo no han hecho más que agrandar la experiencia.
En último lugar, consideramos que ha sido clave formar un equipo cohesionado. De un lado, por una cuestión práctica de poder “ir a la par” a la hora de presentar la encuesta y, del otro, porque ha sido muy enriquecedor el hecho que nuestras formaciones provengan de diferentes campos (geografía y psicología) contribuyendo a generar miradas diferentes de un mismo fenómeno.
El equipo habitual de encuestas lo formábamos nosotros dos y una persona más, o Montse Yuste o Jordi Solsona, de la empresa Gesop, especializada en estudios de opinión. También Maria Josep Corominas, coordinadora del trabajo de campo, a veces nos ha acompañado en las escuelas y ha sido siempre pendiente de nosotros desde el Instituto. Puntualmente, también han venido Pol Maceira, Laia Pineda y Cristian Díaz.
Què ens emportem de les experiències viscudes?
Escuelas en la ciudad. Vivir en la ciudad de Barcelona es una cosa, pero vivir observándola, es otra. El hecho que por el trabajo de campo hayamos cercado por toda la ciudad, nos ha hecho descubrir lugares que no conocíamos y redescubrir otros: ahora la conocemos mejor. Además, hemos hablado con chicos y chicas de todos los distritos y hemos percibido diferencias entre escuelas depende de la zona. Las necessidades y oportunidades varian según el área -y esto que estamos hablando de un territorio muy definido y concreto, la ciudad de Barcelona- y, ésta, es una característica que hemos ido observando a lo largo de nuestras visitas a las escuelas.
El trabajo de campo nos ha permitido conocer por un periodo de tiempo muy corto y de manera superficial diferentes esencias y ambientes que se respiran tanto a las escuelas como a sus alrededores. El acceso para llegar a la escuela, los espacios de juego y las casas cercanas eran señales que nos acercaban a la realidad de los niños, una realidad que se analiza en perspectiva de bienestar.
¿Y ahora qué?
Ahora queda la segunda fase del proyecto, que empezará en otoño y en que, a través de talleres, se contrastarán con los niños y niñas los resultados obtenidos y se escucharán las ideas que tienen para poder extraer propuestas concretas de mejora. Nosotros nos retiramos del proyecto, puesto que acaba nuestro paso por el Institut a través de la colaboración con Barcelona Activa, pero seguiremos muy atentas al desarrollo y al regreso de los resultados de la encuesta con que nos hemos comprometido con los 3.971 chicos y chicas que han participado.