(Articulo publicado origináriamente en Diari de l’Educació) El sonido de los niños y niñas jugando, hablando, riendo y corriendo en el patio de las escuelas NO ES RUIDO. Por mucho que algunos vecinos y vecinas se empeñen en denunciarlo como tal. No discutimos que para algunas personas que viven cerca de patios escolares el sonido de los niños y niñas cuando juegan o realizan actividades pueda ser molesto, pero no podemos considerarlo “ruido” ni debe ser denunciable. Y mucho menos debe suponer medidas que cierren patios o limiten sus actividades, porque sería tanto como recortar los derechos de la infancia. Por eso desde el Instituto Infancia y Adolescencia de Barcelona presentamos al menos 6 argumentos para apoyar la voluntad manifiesta de todos los grupos políticos municipales de modificar la ordenanza municipal del medio ambiente para que el sonido de los niños y niñas jugando en los patios de las escuelas no se considere ruido.
- El sonido que hacen los niños y niñas en el patio es inseparable del ejercicio del derecho a la educación (art. 28 y 29 de la Convención de los Derechos del Niño). Afortunadamente, nadie pone en duda que los niños y niñas tienen el derecho a aprender e ir a la escuela pero tenemos que entender que el aprendizaje no ocurre sólo entre las 4 paredes de un aula ni pasa sólo durante el horario lectivo. El patio es un espacio más de la escuela donde se realizan muchos tipos de aprendizajes, dentro y fuera del horario de clase. No sólo es un espacio educativo más del centro, donde se deben poder dar clases y actividades formativas regladas, sino que también es un espacio de experimentación y aprendizajes no formales, ya sea durante los ratos de juego libre y no dirigido, como durante las actividades extraescolares que se realizan. No sólo aprendizajes motrices, sino también aprendizajes relacionales y habilidades sociales y emocionales fundamentales para la vida. Así pues, el potencial educativo del patio es enorme y los sonidos que se desprenden de estos potenciales no son “extirpables”.
- El sonido que hacen los niños y niñas en el patio es inseparable del ejercicio del derecho al juego, al descanso y al ocio (art. 31 de la CDI). Podríamos decir que salir al patio en el rato de recreo entre clases y en la pausa del mediodía es más que un derecho: es una necesidad psíquica y biológica. Los niños y niñas necesitan jugar, el juego es su estado natural, jugar es inherente a la infancia, jugar es inseparable de ser niño, las niñas y niños juegan de manera natural, no hace falta enseñarles a jugar: jugar es su primer contacto con el mundo y una fuente importantísima de aprendizaje. Y para jugar, como bien ha recordado muchas veces Francesco Tonucci, no son necesarios muchos juguetes, al contrario, con pocos (si son buenos) es suficiente. Pero hay tres cosas que sí son irrenunciables: otros niños y niñas con los que jugar, tener tiempo libre para el juego y tener un espacio adecuado para ello. El patio escolar es, justamente, uno de los sitios por excelencia donde confluyen estos tres elementos.
- El sonido que hacen los niños y niñas en el patio es inseparable de su ejercicio del derecho a la salud física y mental (artículo 24, CDI): los niños y niñas necesitan llevar a cabo juego motriz de alta intensidad, un juego que en un contexto y en un horario escolar (donde están casi 8 horas al día) sólo pueden hacer en el patio, durante el rato de recreo y durante las actividades de educación física. Jugar es a menudo sinónimo de movimiento y actividad física. Y justamente esa vinculación entre juego y actividad motriz es una de las razones por las que jugar al aire libre ayuda a mejorar la salud. Promover y proteger el juego significa también combatir a los alarmantes índice de obesidad infantil, el sedentarismo y el pantallismo. Así lo recomiendan las Naciones Unidas y la Sociedad Catalana de Pediatría. Y así lo piden los propios niños y niñas cuando, a través de la Agenda de los Niños, hacen la propuesta de tener más actividades divertidas fuera de las pantallas como antídoto para no engancharse a ellas. Así pues, no limitar ni encorsetar el juego en los patios escolares es una contribución a salud física y mental de la infancia y la adolescencia, y el patio se convierte en uno de los mejores espacios para la práctica de ejercicio físico, imprescindible para la salud.
- El sonido que hacen los niños y niñas en los patios, más allá del horario estrictamente escolar, es una oportunidad para reducir las desigualdades. Más allá del rato de recreo o del tiempo de mediodía, hay que pensar también en la función social de los patios durante las tardes y los fines de semana, que enriquecen la vida comunitaria y dan oportunidades a los niños y niñas de los barrios con mayores vulnerabilidades. En una ciudad como Barcelona en la que muchos niños tienen déficit de juego al aire libre y de contacto con la naturaleza, y en los que los barrios no siempre ofrecen espacios amables por donde puedan desplazarse o permanecer con seguridad y autonomía, y en la que muchas familias no pueden asumir el coste de las actividades extraescolares, abrir los patios de las escuelas más allá del horario escolar es ofrecer a los niños, niñas y adolescentes un espacio adecuado a sus necesidades, en el que jugar y hacer vida al aire libre. Numerosas recomendaciones de política educativa y de reducción de las desigualdades han señalado cómo el espacio público iguala oportunidades de juego y salud, y los patios de las escuelas públicas abiertos al barrio forman parte de estas oportunidades, sobre todo en quienes tienen más vulnerabilidades.
- El sonido que realizan los niños y niñas, más allá de las actividades estrictas de aprendizaje, es una oportunidad para la vida comunitaria y la cohesión social. Es necesario entender las escuelas y sus patios como auténticos equipamientos de ciudad, al servicio de toda la infancia y también de la vida comunitaria. Las escuelas son equipamientos de ciudad que cumplen una función mucho más allá del aprendizaje formal. Los patios de las escuelas son espacios donde los niños y niñas pueden encontrarse y relacionarse con sus iguales, espacios en los que las familias pueden relacionarse entre ellas, fortaleciendo la vida comunitaria y los vínculos sociales. Las escuela, y en especial los patios de las escuelas, son algo más que un espacio de aprendizaje: son un espacio de vida y de encuentro al servicio de toda la comunidad.
- El sonido que hacen las niñas y niños en el patio es el resultado lógico de dar curso a todos estos derechos a la vez y de garantizar el interés superior del niño (artículo 3 de la CDI y principio rector de la convención). Jugar y relacionarse con los iguales es el resultado de garantizar todos los derechos a la vez. Porque, no lo olvidemos, los derechos son indivisibles, interdependientes, interrelacionados e inalienables, por eso el sonido del patio no puede separarse del ejercicio de todos estos derechos; y limitar que los niños corran, rían, jueguen y se relacionen los patios es vulnerar todos estos derechos a la vez. Además, el interés superior del niño obliga a las administraciones públicas a “que todas las medidas respecto a un niño se basen principalmente en su consideración y su interés” y consiguientemente en priorizarlos y protegerles de decisiones que les puedan ir en contra. Esto no significa desatender las necesidades de otros grupos de población -sería un error plantearlo como una confrontación entre derechos de la infancia y derechos de los adultos- pero sí estamos ante una oportunidad para establecer relaciones más igualitarias y rehuir del adultocentrismo: en los patios escolares debe primar el interés de la infancia; en muchos otros espacios son los niños y niñas quienes se adaptan a los intereses y ritmos de la sociedad adulta.
En definitiva, es necesario preservar que los niños puedan seguir siendo niños, que tengan garantizadas sus necesidades y sus derechos. Y nos corresponde a las personas adultas hacerlo. Las niñas y niños necesitan una protección especial ligada a su condición de niño, porque la infancia es una etapa vital crucial no sólo para construcción de la persona sino también para la construcción de una sociedad -presente y futura- cohesionada socialmente y sin desigualdades. Por eso, ante todas estas quejas y denuncias, no lo olvidemos: jugar es una necesidad vital, es motor de aprendizajes, es generador de amistad, es fuente de salud física y mental y es el regalo que nos hacen los niños y niñas para tener una vida comunitaria más ancha y alegre. Por eso es necesario revisar la ordenanza municipal de medio ambiente que regula el ruido, porque nunca más el sonido de los niños y niñas jugando, hablando, riendo o corriente se pueda considerar ruido. No hacerlo sería una vez más dar una respuesta adultocéntrica que no entiende, no respeta y no valora las necesidades de los niños y niñas en la misma medida que lo hace con las necesidades de las personas adultas.