(Articulo publicado originariamente en Tot Barcelona). La soledad no deseada se ha convertido en un tema habitual en debates académicos y de la administración pública, pero a menudo atribuimos el concepto a un sentimiento que sufren personas mayores o personas aisladas socialmente (personas con poca red familiar o de amistades, con problemas de salud física o mental, etc.). Sin embargo, empezamos a disponer de datos que indican que es entre las personas jóvenes y los niños y niñas donde encontramos los porcentajes más elevados de sentimientos de soledad. Un 13% de los niños y niñas de 10 a 11 años ( 5º y 6º de primaria) residentes en la ciudad de Barcelona manifiestan sentirse a menudo o muy a menudo solos, según los datos de la Encuesta de Bienestar Subjetivo de la Infancia de Barcelona de 2021 (EBSIB 2021, programa Hablan los niños y niñas). En cambio, cuando miramos encuestas dirigidas a población a partir de 16 años, el porcentaje de personas que dicen sentirse a menudo solas no supera el 6% de media y sólo los jóvenes de 16 a 24 años superan esta cifra llegando al casi 10% (datos de la encuesta Òmnibus 2023 ).
Pero, ¿cómo es posible que los niños y niñas puedan sentirse solos, si siempre están rodeados de gente, ya sea con la familia, en la escuela o en el parque? La explicación viene del propio concepto. Estamos hablando de un sentimiento y, por tanto, de una percepción. Es posible que una persona, ya sea un niño o una persona adulta, se sienta sola, a pesar de vivir con otras personas o conocer a mucha gente. De la misma forma que puede haber gente que, a pesar de estar sola, no se sienta así y disfrute de su soledad. El sentimiento de soledad aparece cuando existe una incongruencia entre las relaciones que tenemos y las que desearíamos tener, ya sea porque querríamos tener más relaciones de las que tenemos, o bien porque no estamos suficientemente satisfechas con la calidad de estas relaciones. Partiendo de esta definición podemos entender que cualquier persona, a cualquier edad, puede sentirse sola. También los niños y niñas.
De hecho, todos nosotros, en algún momento de nuestra vida nos hemos sentido o nos sentiremos solos. Y esto, en principio, no debería suponer un problema. Sentirnos solos puede servir como revulsivo para cambiar algún hábito, situación o expectativa que teníamos y que nos genera malestar (por ejemplo, me siento sola en este trabajo, y ese sentimiento me empuja para buscar uno nuevo que me haga sentir mejor, o bien, me siento sola los fines de semana y esto hace que busque actividades para poder conocer gente nueva). El problema viene cuando el sentimiento de soledad se cronifica, ya que puede derivar en problemas de salud mental y física, menor esperanza de vida, una bajada de la producción laboral y por tanto económica, una mayor percepción de inseguridad y, en definitiva una bajada de la cohesión social. De hecho, un informe realizado por el Observatorio Soledades de la Fundación ONCE indica que la soledad no deseada representa en España un coste total de 14.141 millones de euros anuales (y eso que la encuesta con la que se han realizado los cálculos no incluye la soledad en todos los niños y niñas, puesto que va dirigida a población a partir de 15 años).
Por otra parte, la Comisión Europea publicó un breve informe en 2023 indicando que el mayor predictor de soledad no deseada durante la juventud y adultez es haberse sentido solo durante la infancia. Por tanto, para poder prevenir uno de los principales factores del sentimiento de soledad a lo largo de la vida es imprescindible poner el foco en las niñas y niños. Los datos del EBSIB 2021 nos permiten poner cifras a esta soledad en la infància y hacer visible una realidad hasta ahora bastante desconocida.
La EBSIB 2021, realizada por el Instituto Infancia y Adolescencia y el Ayuntamiento de Barcelona, pregunta por primera vez sobre el sentimiento de soledad a niñas y niños de 10 y 11 años. Los resultados muestran que las niñas se sienten más solas que los niños (16% y 10%, respectivamente) y que las desigualdades socioeconómicas también tienen un peso relevante: cuantos más elementos de privación (lo que no pueden permitirse en el hogar, por ejemplo, ordenador, Internet, ir de vacaciones, entre d otros), mayor es el porcentaje de niños y niñas que se sienten solos. El 9% de los niños y niñas sin privación alguna dice sentirse a menudo solo, mientras que la cifra aumenta al 20% cuando acumulan 3 o más privaciones.
Otro elemento que tiene que ver con el sentimiento de soledad durante la infancia es la percepción que tienen los niños y niñas de las relaciones con su familia, con el profesorado, las amistades o el vecindario del barrio. Aquellos que consideran que, en caso de tener algún problema, pueden contar con sus padres y/o madres se sienten menos solos que los que consideran que no pueden contar con ellos. La tendencia es la misma cuando se les pregunta si creen que pueden contar con el profesorado de la escuela o con las amistades en caso de tener problemas. También es relevante que se sientan seguros en los diferentes espacios que ocupan: aquelles niñas y niños que se sienten seguros en casa, en la escuela, o en el barrio se sienten menos solos que aquellos que no se sienten seguros. Por último, a aquellos que dicen sentirse escuchados en los diferentes espacios de relación y que creen que se les tiene en cuenta en las decisiones que les afectan, se sienten menos solos que aquellos niños y niñas que dicen no sentirse escuchados y que consideran que no los tienen en cuenta.
Sabemos, pues, que para combatir la soledad no deseada durante la infancia es necesario reducir las desigualdades socioeconómicas de las familias. Sabemos que no sólo debemos procurar espacios seguros para los niños y niñas, ya sea en casa, en la escuela o en el barrio, sino que ellos deben sentirse seguros. Y sabemos que los niños y niñas necesitan tener la certeza de que, en caso de tener algún problema, pueden contar con nosotros, como padres y madres, como maestros, como amigos y amigas, y como miembros de la comunidad, escuchándoles y teniendo en cuenta lo que nos dicen. Es necesario aprovechar todos los espacios posibles, en el hogar, la escuela, la educación en el ocio, servicios sociales o servicios de salud, entre otros, para mejorar el bienestar de la infància y evitar el sentimiento de soledad. Estamos ante un reto hasta hace poco invisible, pero no impossible intervenir para mejorar el bienestar de los niños y niñas.