Al menos, un amigo

28/07/2024 Jaume Funes

(Artículo publicado originariamente en El Periódico) Con demasiada frecuencia los informes sobre la realidad de la infancia sirven para hacer un titular de alerta y, rápidamente, pasan al olvido general. Ni tan siquiera descubrir las ilegalidades que las personas adultas hacemos con ellos y ellas sirve para mantener la preocupación obligada sobre cómo impactamos en sus vidas. Con motivo o la excusa del Día Mundial de la Amistad reviso la l’Agenda dels Infants de Barcelonapresentada en el mes de noviembre después de meses de consulta y debate en decenas de escuelas, que recoge las aportaciones de 5.000 niños entre 8 y 11 años.

 

Ni familia ni amigos

“Sin familia y amigos, no tengo nada”, nos dicen. Pero ¿cómo son sus vidas de familia y amistad? Una proporción excesiva de chicos y chicas viven vidas que sienten como inseguras y solitarias. Escuchando lo que dicen, además, parece claro que son inseguridades y soledades creadas por sus adultos más próximos.

Un mínimo de dos de cada 10 afirma sentirse inseguro en su casa. Una inseguridad que, más allá de los que viven en hogares difíciles, asocian a no recibir un buen trato de los adultos, a comprobar que no importan demasiado, a no tener claro que si les pasa algo alguien estará a su lado. Cuando hablamos de las condiciones laborales o del tiempo dedicado al trabajo tenemos que recordar que tenemos infancias inmersas desde los inicios en la permanente vivencia de la soledad insegura. Ahora que se negocia la reducción de la jornada laboral, me gustaría escuchar entre los argumentos el derecho de los niños a tener tiempo de sus adultos.

Probablemente, es por eso que insisten a reclamar la posibilidad de tener amigos y de practicar la amistad. Para ellos y ellas, la escuela es el lugar “para hacer amigos” y piden poder disfrutar con los amigos fuera de la escuela. Las personas adultas hemos colonizado sus tiempos. Todo es escuela, extraescolares y vida familiar sin adultos disponibles para escuchar y compartir. Tener amigos y estar con los amigos es clave para ellos y ellas y muy secundario para los adultos.

 

Miedos adultos e inseguridades de los niños

Encima, la amistad, las relaciones significativas con los otros, también están cada vez más condicionadas por las visiones y preocupaciones adultas. Resulta extraño descubrir que entre las cosas que destacan como más negativas de su realidad esté la vida en el barrio o los compañeros y compañeras de clase.

Quizás se comprende su sentido cuando hablan de la carencia de libertad y autonomía para moverse por las calles y los “miedos” inducidos o cuando los parques, dicen, solo son para los pequeños o en los centros cívicos todo es de mayores. No tienen “lugares” para estar con los amigos.

Excesivamente impregnados por la palabra ‘bullying’, cuando hablan de sus relaciones en la escuela, recuerdan que los adultos, de casa y de la escuela, no tienen idea porque “no preguntan ni saben cómo nos va con los compañeros” y nadie se preocupa de que “nos relacionamos con todo el mundo”. Son niños que van interiorizando exclusiones y que no reciben apoyo para construir relaciones. Son ellos y ellas los que dicen que el grupo de amigos tiene que ayudar al compañero que sufre y al que hace sufrir porque, quizás, no es consciente o tiene otros problemas. En su universo social, su visión y práctica de la amistad está llena de solidaridad entre iguales.

 

Alguien que sepa de su vida

Antes de que lleguen a la adolescencia y busquen a los iguales como únicos personajes con posibilidad de entender el que los pasa, ahora, en su infancia plena, reclaman “hablar de cómo estamos y no de las notas”. Reclaman adultos que les ayuden a estar mejor cuando tienen un mal día.

En un momento en el que una parte significativa de la construcción de las relaciones y las amistades pasa por las dimensiones digitales, todavía reclaman el derecho a no sentirse solos. Piden apoyo y no el olvido de este mundo o el simple control. Recuerdan que necesitan vida de amistad fuera de casa y vida de amistad virtual con la seguridad de la compañía adulta.

Si volvemos a mirar y escuchar el día a día de los niños, recordaremos su derecho a no ser educados en el egoísmo y a poder practicar la seguridad de la amistad.